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La devoción a Jesús en la Iglesia ha sido intensa en los últimos siglos y permanente desde la fundación de la misma Iglesia. El símbolo del amor de Cristo a los hombres se ha visto siempre en el Corazón del Señor. El texto evangélico más entrañable, siempre comentado por los Padres antiguos y admirado por los cristianos de todos los tiempos ha sido el de Juan 19. 33: "Mirarán siempre al que traspasaron" que hilvana la referencia de los profetas antiguos con el relato del Apóstol que estuvo presente cuando el soldado traspasó el corazón de Cristo y "al instante manó sangre y agua". La Iglesia vio siempre en el hecho un destello misterioso del amor del Señor: "Al llegar a Jesús, como vieron que ya había muerto, no le rompieron las piernas, sino que uno de los soldados con la lanza le atravesó el costado, y salió entonces sangre y agua. Y el que lo vio da testimonio, y su testimonio es verdadero; y él sabe que dice la verdad para que vosotros creáis también. Eso ocurrió para que se cumpliera la Escritura: No le romperán ni un hueso. Y en otro lugar que dice: Mirarán al que traspasaron. (Jn. 19, 33-37).
Esta devoción hunde, pues, sus raíces en el mismo Evangelio y recuerda las alusiones al corazón de Dios: Del Corazón del Mesías hablan los Profetas: "Mis huesos están dislocados, mi Corazón es como cera que se derrite dentro de mis entrañas" (Sal. 22. 15). "Dentro de mi corazón está tu ley". (Sal. 40.9).
Y se fundamenta en palabras del mismo Jesús: "Aprended de mí, que soy de Corazón manso y humilde" (Mt. 11. 29). "Un leproso se le acercó, suplicándole de rodillas: Si quieres puedes curarme. A Él se le conmovió el Corazón" (Mc. 1. 41). Y en otra ocasión se dice que "Se le conmovió el Corazón porque estaban como ovejas sin pastor". (Mc. 6,34)
Esta devoción no surgió de repente en la Iglesia, ni es correcto pensar que se debe su origen a comunicaciones privadas: al Padre Bernardo Hoyos en España, a Sta. Margarita María de Alacoque en Francia. Esas comunicaciones fueron estímulo para la devoción, no origen de la misma que sólo surge del mensaje evangélico y en nada se diferencia otras devoción que podrían haber surgidos: a las "santas manos" (de que habla Santa Teresa", a los "pies mensajeros".
La Tradición ha sido fecunda en alusiones a esta devoción. Los Santos Padres y los escritores antiguos, en sus comentarios bíblicos han abundando en reflexiones sobre el Corazón de Cristo.
Ya S. Justino decía en el siglo II: "Hemos salido, como las piedras de una cantera, de las entrañas de Cristo". Y S. Juan Crisóstomo comentaba: "De la herida de su costado ha formado Cristo la Iglesia, como antes Eva lo fue del costado de Adán".
S. Agustín reforzaba la idea: "Adán duerme para que nazca Eva; Cristo muere para que nazca la Iglesia. Del costado de Adán dormido nace Eva. Muerto Cristo, la lanza abre su costado para que broten los sacramentos con los cuales se forma la Iglesia". S. Juan Damasceno, aconseja: "No hemos de acercar a este Corazón con deseo ardiente para que el fuego de nuestro deseo queme nuestros pecados, ilumine nuestros corazones y de tal manera nos haga arder al contacto con el fuego divino, que nos transformemos en Dios."
En el siglo XVII estaba muy extendida esta devoción. San Juan Eudes en 1670 introdujo la primera fiesta pública del Sagrado Corazón. Y Santa Margarita María de Alacoque, religiosa salesa de Paray-le-Monial (Francia), en 1673 comenzó a tener comunicaciones divinas para impulsar esta devoción. Desde el siglo XVIII se multiplicaron los libros, las imágenes, las asociaciones del Sagrado Corazón. Sólo en el siglo XVIII pasaron de 200 las congregaciones religiosas que adoptaron el nombre de Sdo. Corazón de Jesús.
La Institución de la Compañía de Jesús la adopto como objetivo preferente en su apostolado y fueron los jesuitas los que más la promovieron. Es curioso comprobar que ya desde el siglo XVIII tuvo muchos adversarios. En España se prohibieron en algunas diócesis los libros sobre el Sagrado Corazón en el siglo XVIII. En Austria hasta se dio orden que desapareciesen sus imágenes de todas las iglesias.
Sin embargo la llamada restauración en Europa postnapoleónica adoptó la devoción como signo de renovación y el siglo XIX conoció una explosión de gestos, movimientos, templos y publicaciones sobre el Sdo. Corazón. Hasta terminar en 1899 con la consagración del mundo al Corazón de Jesús por León XIII. Ese gesto lo repetiría España en 1919, el 30 de Mayo, en el Cerro de los Angeles cerca de Madrid. Allí se grabó un testimonio de la espiritualidad de la época: fue aquella promesa al jesuita Bernardo de Hoyos el 14 de Mayo de 1733 en Valladolid (Santuario de la Gran Promesa): "Reinaré en España con más veneración que en otras partes". La fiesta litúrgica del Sdo Corazón de Jesús fue establecida por Clemente XIII en 1765 por Clemente XIII a petición del Episcopado polaco.
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